martes, 27 de septiembre de 2011

¿Viaje?

Estoy en el coche, de regreso a casa.
A través de la ventana, el paisaje me tiene ensimismado. Poco a poco, la tierra se allana y la vegetación desaparece. Árboles y matorrales son sustituidos por campos de cultivo secos, de tonos acres y naranjas. Alzo la vista y la dirijo al cielo, a las nubes.Desde las masas informes que enladrillan el azul con blanco, hasta las solitarias figuras de aspecto inverosímil. El viento de levante las empuja en dirección al sol...
Tras media hora abandono el coche. Lentamente. Me elevo, flotando. No sabría decir si soy yo u otra persona, si respiro o no, si estoy vestido o desnudo, vivo o muerto. Da igual. Asciendo, pausadamente. Atravieso un grupo de nubes planas para ver, a lo lejos, un cerebro vaporoso, blanquecino y etéreo. Voy hacia él con las manos extendidas. Cuando llego, enredo los dedos en sus tentáculos, que tiran con fuerza de mí.
Entro y tengo la certeza de que tengo los ojos cerrados, aunque puedo ver con más claridad que nunca. Empiezo a andar entre humores, colores indefinidos que huelo con intensidad. Una nota larga me roza el hombro y me acuerdo de aquella canción. Me detengo al borde del vacío, antes de zambullirme y empezar a bucear. A medida que profundizo, me cruzo con recuerdos olvidados, tristes y felices, y comprendo: nado por las lagunas de mi memoria, o de la tuya, quién sabe. Sigo bajando, hasta que consigo salir del agua. Por inercia o por costumbre, tomo una bocanada de aire, pero siento que me ahogo. La presión y la angustia van desapareciendo poco a poco mientras bajo de nuevo a tierra firme, de vuelta al coche. Alzo la vista y allí está, el cerebro, tan volátil como antes de entrar en él.
Mientras desciendo, vuelvo a observar el paisaje, que sigue igual de monótono. Ya a la altura de la carretera miro desde fuera durante un rato a sus ocupantes, que ríen. Finalmente, atravieso sin dificultad la puerta, y estaba de nuevo allí sentado.
-¿Qué escribes?



PD:como se puede ver, el aspecto del blog ha cambiado, un poco más oscuro y sobrio que el anterior. Lo que no he podido cambiar todavía es el título del blog, pues me está costando encontrar uno nuevo...
Como lo prometido es deuda, tocan quejas: 
1- En la universidad me piden portátil en el 80% de las clases, lo cual significa que me voy a tener que comprar uno... Dejando de lado el hecho de que tendré que vender mi cómodo ordenador de sobremesa desde el que escribo estas palabras para financiarme el caprichito (porque puesto a comprarme un portátil, me doy el capricho y me compro un Macbook... ¡¡¡Viva el lavado de cerebro de Apple!!!)
La manzanica mordía

2- También referente a la universidad, me cago en el plan Bolonia y en su sistema de "trabajos" todas las semanas. Reconozco que me gustan las asignaturas (excepto Economía, que la llevo de cabeza...) y que dar el temario en inglés hace las clases más interesantes (aunque yo sepa más inglés que la mitad de mis profesores...), pero si pensaba que me agobiaba el año pasado, este año me agobio el triple... (esto es un tremendo "¡¡JA!! Te vas a cagar" a mi yo de esos años de procrastinación)


Creo que de momento es suficiente... Hasta la próxima =D

martes, 6 de septiembre de 2011

Y si resulta que estoy de vuelta

Pues eso parece, que he tenido el sitio este muy abandonao, me he aficionao a otras cosas y soy un poco menos yo de lo que era antes (o a lo mejor soy más yo, pero diferente, bastante diferente).Contar un poquito de mi vida y actualizar a todos los desconocidos conocidos del internete que me tenían por muerto es básicamente lo que pretendo hoy:
Resulta que ya soy un hombre hecho y derecho según la ley de nuestro querido (y no tan laico) Estado. Puedo ir a la cárcel y todo desde hace ya unos 3 meses, y lo llevo disfrutando colándome prácticamente a cualquier fiesta que he podido (porque así de buenas, con el careto que tengo, como que no me permitirían entrar...).
Lo de la mayoría de edad conlleva algunas cosillas, como el hecho de pensar "qué viejo soy!!!" cuando en realidad soy un mico imberbe, y que eso me lleve a querer hacer locuras como que me quiero teñir el pelo de verde, porque si no lo hago ahora, no lo haré luego, y hay que hacer el orate de vez en cuando...

Otra cosa que conlleva es el cambio de aires, porque sí, teclados y ratones, he empezao la universidad, aunque muchos de mis proyectos se han ido al garete en este aspecto... Me explico: Finalmente he entrado en la carrera de PERIODISMO, y contento como unas pascuas que estaba yo pensando en ir a la Complutense a disfrutar de mis amigos y una completa "experiencia universitaria", pero justo antes de hacer la matrícula va una hija de vecino y me dice que en la Carlos III ofrecen Periodismo con opción bilingüe, y de cabeza que me fui allí... Pero cual es mi sorpresa cuando hace una semana descubro que la competente administración de tan prestigiosa universidad como lo es la Carlos III en realidad no me hizo la matrícula en su día, cuando me hicieron creer que sí, y que además lo más probable es que no entre en la opción bilingüe porque no soy lo suficientemente guapo, no tengo el dinero suficiente para untar al indicado, o la razón que más guste.
Esto me deja en una universidad llena de pijos (bueno, pijas, que en mi campus hay una media de 7 chicas por chico... algo bueno tenía que tener, o no, el tiempo lo dirá) y que no me atrae mucho, sin el aliciente que me atrajo a dicha universidad y con la matrícula a medio hacer cuando ya ha empezao el curso (sí, somos los únicos gilipollas que empezamos la universidad el 5 de septiembre, al menos en Madrid...)
Pesquisas universitarias aparte, resulta que me he pasado un verano de lujo, he ido al FIB, un festival de música que fue caro pero que valió mucho la pena, he hecho muy poco, y salvo una amigdalitis que me jodió el Camino de Santiago (no por motivos religiosos), en general han sido unos buenos meses...

PD: Si de verdad vuelvo con regularidad aquí, cambiaré un poco el aspecto (austeridad, bienvenida seas, que me apeteces) y también el nombre, pasaré un relato que tengo escrito desde hace un tiempo, me quejaré como siempre, y a lo mejor alguna cosilla más...

lunes, 16 de mayo de 2011

Un poco de monólogo interior

He decidido romper las esquinas de mi habitación. No me gustan. Acumulan polvo. Parten los rayos de luz, los tuercen.

Un par de motas de polvo cruzan ante mis ojos. Me aburro. Tengo que bajar a la calle, armarme con una buena banda sonora y visitar la ciudad. Ya en la calle, 30 grados me golpean, y me arrepiento de no haberme puesto unos pantalones cortos. Tengo ganas de patinar, pero hace demasiado calor y me da pereza, así que me pongo a andar con Cold War Kids acompañando mis pensamientos. Llevo un par de días pensando que no he avanzado con mi vida. Otra vez. Ese es mi problema: pienso demasiado. Mis amigos me dicen que no me raye, pero tengo demasiada experiencia en ello, y creo que hasta me gusta. Así de raro nací.

Arcade Fire lleva mis devaneos un poco más allá. ¿Por qué siento que estoy en el mismo lugar que hace algún tiempo, si no en uno peor? Pues porque tengo muchas de las cosas que antes quería, y muy pocas de las que quiero ahora. Mi pensamiento ha evolucionado, pero he buscado lo que ya no me satisface. Ahora quiero buscar otras cosas, y me da la impresión de que me voy a dar contra la pared. Mi paseo me lleva por Antón Martín. Hace poco estuve aquí, en la Filmoteca. Bajo por la calle Atocha, pensando todavía en mis cosas. Al final son The Kooks los encargados de sonorizar mi mundo, y pienso en que debo quitarme estos pensamientos de la cabeza, debo dejar de lado esta situación y simplemente sentirme bien.

PS: Estoy cerca del final de mi curso, y eso me alegra

miércoles, 4 de mayo de 2011

Morbo

Hay algo que necesito contaros. Ayer tuve una experiencia, digamos... inusual, y la voy a compartir con vosotros, y con nadie más. Me conocéis, y creo que es importante que se lo cuente a alguien, y sólo tengo la suficiente confianza con vosotros.
Sabéis que me gusta escribir (de hecho, puede que hayáis leído algo mío, y con un poco de suerte, incluso os habrá gustado), y supongo que sabréis también, a raíz de esto, que me fijo en la gente y creo historias a partir de lo que veo. Pues de eso voy a hablaros ahora, de unas pocas historias. Iba en Metro a algún sitio de Madrid (no importa cuál), y me tenía que hacer la mitad de la línea 5, lo que implica unos 45 minutos de trayecto. Me senté al fondo del vagón, en el suelo.
Lo primero que pude observar, fue que un señor, de unos 60 años, fingía leer un libro, cuando en realidad se fijaba en el escote de la chica que tenía sentada delante (que, tengo que reconocer, era una belleza). Me hizo gracia. No disimulaba muy bien.
El vagón se fue llenando. Los asientos se ocupaban, la gente echaba pequeñas carreras para tener el privilegio de sentarse. Yo por mi parte, con las piernas cruzadas en el suelo, me divertía. Entró una chica embarazada. Una niña de unos 7 años, después de haberse pasado 3 o 4 paradas mirando por la ventana la negra oscuridad de los túneles del Metro, se dio la vuelta y vio a la futura madre. Al momento se levantó y le cedió su asiento. Los que estaban de pie se quedaron flipando, los que estaban sentados agachaban la cabeza o miraban a otro lado. Sonó una carcajada sarcástica.
La gente entraba y salía del vagón. Caras nuevas iban y venían. Delante de mí, dos chicas se reían. Una no paraba de teclear en su Blackberry, a una velocidad por la que, estoy seguro, le habrían dado un premio. La otra no callaba, como si no le importara, o no se diera cuenta, de que su amiga no le hacía puñetero caso. A mi derecha, un chaval con unas zapatillas de Lacoste y un vaquero de Dolce & Gabbana me daba el culo, flanqueado por una cartera que no le habría envidiado en grosor a un buen tocho de Ken Follet.
Al poco tiempo entró una pareja. La chica, rubia, con un piercing en el labio inferior, forro polar verde de Quechua y botas de montaña. El chico, con un jersey gris, barba de 3 días y pelo largo, recogido en una coleta. Una mano con las uñas pintadas de morado oscuro descendió hasta el bolsillo trasero de un pantalón, instalándose allí, mientras un brazo gris rodeaba una cintura por encima del forro verde. Empezaron a besarse, estrechando distancias. En ese pantalón donde minutos antes se había alojado la mano, empezó a notarse un bulto. Al principio muy poco... después más. Al mismo tiempo, bajo el forro polar, a la altura del pecho, empezaron a sobresalir dos puntos. La pareja se fue a una esquina, sin separarse, y siguieron besándose. Yo no podía apartar la mirada. No me malinterpretéis, no soy un voyeur, no me excité, pero sentía que estaba presenciando algo relevante. Quizá no para el mundo, pero sí para mí. A la siguiente parada, se bajaron, y sí, lo reconozco, me sentí decepcionado de no tener la oportunidad de contemplar la escena un poco más. Me imaginé cómo sería la llegada a su casa. Entrarían en el portal y se meterían en el ascensor, donde seguramente perderían un par de capas de ropa. Uno de los dos abriría la puerta de la casa mientras la otra le desabrocharía el cinturón. El resto, no es muy difícil de prever.

Pensando en ellos llegué a mi parada y me bajé.

lunes, 25 de abril de 2011

Despertar

Me despierto. Es por la mañana, pronto. Creo recordar que ayer me tomé algo, una pastilla, que supuestamente me relajaría, me ayudaría a dormir. No ha sido así. Hace un año que no duermo bien. Saco los pies de debajo del edredón y noto cómo el frescor de la mañana se cuela por una ventana que no debería estar abierta. Sin abrir todavía los ojos busco las zapatillas con los pies. A tientas encuentro una, me la pruebo. No, va en el otro. Cuando por fin tengo las dos en el pie correcto, me levanto. Los ojos siguen resistiéndose a la luz del sol, pero ceden ante mi insistencia, y veo. Me acerco a la ventana, respiro hondo. ¿Alguna vez os han entrado ganas de saltar? A mí si. Es deprimente, lo reconozco, pero lo he pensado. Estúpido. No serviría de nada. Vivo en un primer piso.
Entro al baño. Abro el agua caliente, luego la fría. Me lavo la cara, hurgando en los ojos para sacar las legañas más persistentes. Me enjuago la boca, seca. El espejo me devuelve la mirada. Mi pelo, al que suelo odiar bastante, se ha portado bien esta noche. Voy a mear. Siempre me confundo. Debería mear primero, así no me lavaría dos veces. Vaya gilipollez.
Ya en la cocina me pongo un bol de cereales. Las bolas de miel son las que como ahora. La leche, a punto de caducar, como siempre. Me los como, pero no me saben a nada.
Después de mirar por la ventana durante media hora, viendo como la luz del sol se apodera de las fachadas de los edificios, vuelvo de mi apatía.
Toca despertar a mis padres. Un par de bofetadas en la cara terminan de despabilarme, me relajan los músculos. Entro en la habitación a oscuras y corro las cortinas, abro las persianas y levanto a mis padres. Una sonrisa enmascara mi expresión mientras les acerco a cada uno un café caliente.


PS: Sé que llevo mucho tiempo sin escribir nada nuevo por aquí, y al que más le jode es a mí, pero llevo un 2º de Bach que me está dejando muy apático, sin ganas de hacer nada. Lo bueno es que ese 2º está próximo a acabarse, aunque después me quede la Selectividad (que para ser sincero no me preocupa tanto), y espero que al acabar, lo haga también mi apatía. Creo que en breve empezaré a escribir de nuevo, más a menudo, y espero que mejor, poco a poco. Un saludete para los pocos que me leéis, si es que seguís haciéndolo =D

jueves, 20 de enero de 2011

Mierda number 2

Miro la pantalla del ordenador. Vuelvo a bajar la vista al cuaderno...
He dormido 5 horas de 48, y empiezo a pensar que lo que veo, lo que oigo, lo que toco, no es real. Primero, mis ojos se centran en los esquemas del cuaderno, y me escuecen. Después, se toman un descanso mientras buscan alguna canción apropiada en el iTunes, y me arden todavía más.

Levanto la cabeza, las pupilas se dilatan ante la oscuridad de la habitación. Cierro los ojos, con la esperanza de poder volver a abrirlos y continuar con mi trabajo. Siento los colores, los huelo. Les sigue un pitido agudo, que me impide escuchar el silencio. Abro los ojos, ahora todo es mucho más claro, como si la luz estuviera encendida, o fuese ya de día. Las paredes se encogen, luego se separan. La esquina derecha está ahora a la izquierda, y algo similar le ocurre a la otra. Los muebles se distorsionan. Mi cama parece ser redonda. Mi estantería está llena de libros que se cambian el color de las tapas. Fuera de la ventana se oye a un grupo de gente bromear. Los observo, y me doy cuenta de que son tan altos como pudiera serlo un gigante. Gracias a la farola que tengo enfrente, la vida es de color naranja. Cierro las contraventanas, ésta se vuelve negra. Salvo la pantalla del ordenador. Y los apuntes, claro. Iluminados por el flexo de mi escritorio, me reclaman. Tengo que terminar los trabajos. Ya soñaré otro día...


PS: desde que empezaron las clases en el 2011, duermo una media de 4 horas al día... soy un zombi...

martes, 11 de enero de 2011

2011: Mierda number 1

Llevaba yo un tiempo sin dejarme caer por esto de los lares blogueros, y pensaba que ya era hora.
Después de una entrada en el año muy divertida, después de los regalos de Navidades (que son básicamente 3: The Sandman; Los muertos vivientes; y una tabla nueva de skate, deporte al que le he vuelto a pillar las ganas), después de una de las peores vueltas al cole de mi vida (sí, peor que la de septiembre del 2010), he decidido empezar con un nuevo tipo de entradas, a las que muy ilustrativamente voy a llamar: MIS MIERDAS, que van a ir siempre en la categoría de relatos y escritos, ya que son esas pequeñas ideas que se me vienen a la cabeza cuando lo que tengo más cerca es el ordenador y me da pereza escribirlas en plan bien, repasándolas, releyéndolas, repitiéndolas y reescribiéndolas. No. Son simples ideas en bruto, que distan mucho de la calidad de mis otros relatos (sí, voy a tener la poca decencia de creérmelo un poco y pensar que lo que sale de mi cabeza/mano tiene un mínimo de calidad) pero que dejo por aquí para el simple esparcimiento, y que normalmente van acompañadas de una canción, no muy cuidadosamente escogida, de acompañamiento.


(BAM! mi "pequeña" nueva tabla)


MIERDA nº 1

Muevo las piernas como un autómata con una dirección prefijada. Los ojos se me cierran. Con un gran bostezo les enseño el esófago a mis nuevos vecinos. En el vagón, a parte de mi, están sentadas otras cuatro personas, y una más de pie.
En el asiento de enfrente, un hombre que ronda los 40 años lee un libro de la biblioteca. Al tiempo que sigue las líneas con los ojos, mueve ligeramente los labios, sin emitir sonido alguno. Debe de ser una historia graciosa, porque cada dos minutos una sonrisa asoma a su cara, a veces acompañada de una carcajada.
Un par de asientos a la derecha (puerta de acceso incluida), una pareja, de unos 80 años cada uno. Ella, con el pelo cardado y teñido de un granate intenso, que no logra cubrir las canas de las raíces, los labios pintados del mismo color, y un abrigo de piel de algún animal grande y lanudo. Él, con una frente que le abarca hasta la nuca, pero unas cejas que suplen toda la falta de pelo que pudiera sufrir en lo alto de la cabeza.las arrugas de la cara profundizan, llegando a un nivel muy superior al del resto de los mortales, los ojos apenas asoman tras unos párpados cansados, y las manos, consumidas, sujetan un paquete envuelto en papel de colores que supongo irá destinado a algún nieto afortunado.
De pie, agarrado a una de las barras del techo, un joven, con la melena desaliñada y una sombra de barba en el cuello escucha música en unos cascos verdes, que a la vez le ayudan a controlar las greñas. Más abajo podía ver como se golpeaba el muslo con la mano libre, siguiendo el ritmo que entraba por sus orejas, y acompañándolo con el pie, que subía y bajaba acorde a los toquecitos de la pierna.
Ya en el fondo del vagón, un mendigo, con un abrigo del Decathlon con unos cuantos años (y vómitos) encima, se sentaba en el suelo. Desde mi posición solo alcanzaba a ver su barba mal recortada, sus manos, que descansaban sobre lo que parecía un cartón de vino a la altura del pecho y unos ojos hinchados. Los ancianos, nada más subir al vagón, se habían alejado de él todo lo posible. El hombre de aspecto risueño no levantaba los ojos del libro, y el joven que estaba de pie se centraba en seguir la música. Yo, por mi parte, los observaba a todos.
Por fin llegamos a la última parada, y todos los del metro nos dirigimos a las puertas, menos el vagabundo. Al ver que intenta levantarse sin mucho resultado, me acerco a él. Le tiendo la mano. La mira con incredulidad. Finalmente, tras la sorpresa, la atenaza con fuerza, se incorpora y sale conmigo. Me da las gracias, yo le digo que no se merecen, me vuelvo a enchufar el auricular a la oreja y subo por las escaleras.
Me pregunto a dónde irá cada uno de mis acompañantes, por qué irán allí y cuándo volverán. Supongo que nunca lo sabré...


PS: Me he leído hasta ahora los 3 primeros tomos de Los muertos vivientes, y debo decir que es uno de los mejores regalos que podía pedir. Me lo he devorado en 3 días, y porque hacía cosas de por medio, que si no ni siquiera. Tengo ganas de terminar mis lecturas de la 2ª evaluación y poder retomar esta maravilla, así como The Sandman, otra preciosidad de la que en su día me leí el primer tomo de la recopilación y acabé más que maravillado...