miércoles, 29 de septiembre de 2010

Nuevo de todo

Nuevo curso. Nuevos libros. Nuevos compañeros, y otros no tanto. Nuevos amigos, o eso espero. Nuevas peleas. Nuevas películas. Nuevos conocimientos. Nueva ropa. Nuevos palabros. Nuevas costumbres. Nuevos desvelos. Nuevos amores, si la suerte me sonríe. Nuevas gafas. Nuevos sombreros. Nuevo blog.

Como siempre, faltan un par, como "nuevo año", o "nuevo ordenador", pero no se puede tener todo en esta vida. El caso es que estoy contento de lo que me toca. Y a la vez no lo estoy. Llevo cosa de un mes preparando mi partida a lares lejanos, un sitio donde pueda escabullirme de todo lo que me rodea y empezar una "nueva vida", aunque acabe volviendo a la versión beta. Ha empezado el instituto y ya estoy agobiado con deberes y blablabla. Hace dos semanas que no duermo una mierda y me paso el día entero bostezando y desperezándome.
Tengo la impresión de llevar en el mismo sitio durante mas o menos un año. Ha pasado el verano, y durante ese tiempo me encontré bien, pero la vuelta al tuto me ha devuelto a la que supongo era mi realidad. ¿El único cambio? Que ahora no espero tanto de la vida, o si, pero acepto con mayor estoicismo el hecho de que es posible que no consiga lo que anhelo. Voy a regodearme. Simple y llanamente. ¿Que a alguien le molesta? Tengo muy claro que no le he pedido a nadie que se quede a soportarme si me vuelvo insoportable. Quien se quede, tanto el/ella como yo sabremos que de verdad hay un vínculo que merece la pena. El que no, ya ves, gente que viene y se va.
El caso. Nuevo blog, nuevas caras y un nuevo sitio ¡al que no puedo entrar! si alguien es tan afortunado de echar un vistazo al Diario de Babel, que lo haga, porque yo no lo hice por falta de tiempo y para una noche que tengo libre, es demasiado tarde. En fin, una pena.

PS: Tengo un par de palabros tan "tiernos" que algún día, si a mis profesores les place, les dedicaré unas líneas
PS: Escribo a estas intempestivas horas porque mañana hay huelga y yo la voy a ejercer como hace todo el mundo. Voy a dormir toda la mañana. Las manifestaciones son por la tarde, así que por favor, nadie me acuse de vago-que-utiliza-la-huelga-para... porque muy posiblemente tendrá razón, pero eso no quita para que me ofenda.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Del jueves al viernes: Noche lluviosa, noche de inspiración

Un relámpago rompió el silencio. Pensé que no me quedaba mucho tiempo, así que apuré el vaso, pagué mi cuenta y salí por la puerta. Antes de añadirme a la intemperie, alargué mi mano, para ver caer las primeras gotas sobre la palma. Demasiado tarde. Volví de nuevo al bar, dónde el camarero me saludó con una mueca burlona. Me senté en el mismo sitio, en la barra. Todavía notaba el calor en el taburete.
-Whiskey doble, sin hielo.
-Como comande.
“Como comande”. Qué respuesta más rara. La sexta vez que la oigo en mi vida. La sexta vez que la oigo esta noche. Llega la copa, y mientras arraso con ella de un trago noto cómo me arde la garganta. Otro relámpago. Un viejo, sentado al fondo del bar, en una mesa en la penumbra, suelta una carcajada para sí, limpia su barba de absenta y pide una ronda más. Pienso que a pesar de la diferencia de edad, somos iguales. Descarriados, productos erróneos pero necesarios de nuestra sociedad.
De repente, la puerta del bar se abre, y la sombra de un gigante inunda el local. Fijándome bien, veo que no es un gigante, si no tan solo un hombre alto y robusto. Cojea. Se acerca a la barra, se sienta a mi lado y pide un chupito de tequila. Tras tomarse el primero le pide al camarero que le deje la botella. Ante la reticencia de Ismael, nombre que supe hace un par de horas, el gigante le lanza la mirada más escalofriante que he visto jamás. Después se gira hacia mí, su gesto cambia totalmente, y con una sonrisa afable, me dice que me invita a la siguiente copa.
Lo bueno de una ciudad como esta es que si encuentras a alguien en un tugurio como en el que me encontraba, tendréis más en común que muchos amigos de toda la vida. En las cloacas de la metrópolis, a quien te invita, le debes la vida, o por lo menos no delatarle ante la bofia. Mientras observaba como caía la lluvia a través de la ventana, Kurtz, el gigante, empezó a contarme lo feliz que era en Seattle, dónde había empezado con éxito un negocio de cartografía. Su clientela era escasa, pero leal, además, pagaban bien. La lluvia me fascinaba, y no podía apartar mi atención de ella, así que solo pude sacar unos retales de lo que mi nuevo amigo me estaba contando. Retales como que había pasado 8 años en la cárcel, esperando la inyección letal por haber matado a su mujer, pero que al final, no sé cómo, salió. También que había tenido una hija, pero que ahora estaba muerta. Según entendí, un asunto de drogas y proxenetas. Puede que mi indiferencia parezca cruel, pero cuando tu día a día consiste en esta mierda, puede que ver caer la lluvia, y que puedas apreciarlo, sea lo más valioso. Así que, haciendo un esfuerzo, fijé mi atención en Kurtz justo a tiempo para oírle acabar de contar cómo acabó invitándome a una copa.
El gigante sollozó, ocultando la cara entre los brazos. En el momento en el que ves a un hombre de tal envergadura y aspecto derramar unas lágrimas por la vida perdida, sabes que algo va mal, y te sientes muy pequeño. Cuando la volvió a levantar, el desprecio había vuelto a sus ojos.
-Esa es, en resumidas cuentas, mi historia. ¿Y la tuya?



PS: No sé que tienen los días lluviosos, que me da por escribir, y lo que más me gusta de lo que escribo (no lo mejor, que eso siempre depende de quien lo lea), me sale cuando llueve.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Noche en blanco: Tarantino fallido, noche fallida

Como todo madrileño sabe, la noche del sábado al domingo fue una noche de puertas abiertas para los estandartes culturales de la capital española, la preparación de múltiples actividades relacionadas con música, cine, teatro, juegos... O como la conocen los adolescentes, la noche en la que el Metro no cierra.

Yo, como todo juvenil ente que se precie, quedé con amigos (y otros que no lo eran tanto) para disfrutar de la velada. Pero a eso de las 7 o las 8 de la tardé, caí sobre las sedas de mi cama para no despertar hasta las 11 de la noche, gracias al sonido del teléfono. Era mi amigo, llamándome a la batalla. Cuando por fin nos reunimos el grupo entero, decidimos ir a por algo para cenar, y tras eso, uno del grupo dijo que ponían en el Ateneo (gran biblioteca de orgullosos orígenes republicanos) Death Proof, el homenaje de Tarantino a las sesiones Grindhouse. Yo dije que sí, emocionado cual puercoespín (ni se os ocurra preguntaros el por qué de la metáfora), ya que soy gran fan del cineasta. Llegamos, dispuestos a disfrutar la película. Tras los primeros 15 minutos de conversación estrógena, la mayoría del grupo salió de la sala, tras lo cual quedamos un par de personas dispuestos a intentar disfrutar la que reconozco es una de las pelis que menos me gustan del susodicho (que no por ello digo que no me guste la peli). El caso es que tras otros 15 minutos llega mi amigo diciendo que salgamos, que nos han invitado a una fiesta. Sabíamos que no era verdad, pero también que se pondrían muy pesados si no salíamos de la sala.
El caso es que, sin peli que ver ni fiesta a la que ir, nos dirigimos a la Gran Vía de Madrid, donde habían montado unas cuantas actividades, algunas ya cerradas. Desde allí nos dirigimos dando un paseo hacia la Plaza de España, dónde yo, viendo la hora que era (las 3 de la mañana), y recordando que me tenía que levantar pronto el domingo, decidí volver a mi casa a dormir un poco.



El hecho que más me sorprende de esta noche, es que, lo mires por donde lo mires, los españoles tenemos una de tortas en la cara con la mano abierta que no nos las quitan de ninguna manera. A lo largo de la Gran Vía, y en Plaza de España, lo único que había era gente de botellón. Creo recordar que antes he mencionado que muchos juveniles conocen esta noche como la de "El Metro no cierra..." pero esa frase se alarga con "...Así que me puedo pasar toda la noche de botellón y no tengo por qué emborracharme a las 8 de la tarde". No es por nada, pero me parece pura mierda. No estoy en contra de tomar un par de copas si se sale por ahí, pero ante la gran oferta cultural que proponía la Noche en blanco, salvo esos pocos que hayan ido con sus familias o estuvieran interesados en algo específico, el resto la ha pasado con una botella de etílico en la mano. Siento decirlo, porque me pone de muy mala leche, pero es penoso.

PS: Nop, mis sábanas no son de seda.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Volver a empezar

Hay unas cuantas fases molestas en lo que se refiere al año. Está la cuesta de enero, la semana santa y su frenesí religioso (el ejemplo de inundar la tele con películas y programas relacionados con el advenimiento del señores una de las manifestaciones más suaves de este frenesí), y, en la que me voy a centrar, la vuelta al trabajo/clases/rutina-asquerosa.
La odio. Te empiezan a llenar esos tan amados espacios publicitarios que sigues con fervor a base de zapping de anuncios irritantes con la nueva moda del colegio privado/concertado de turno niños repelentes y tonos insufribles se te pegan a la memoria como (elijan metáfora, que ahora a mi no me apetece). Los otros anuncios con los que llenan la parrilla televisiva son los de colecciones. Esas colecciones que todos nosotros, inocentes y confiados transeúntes empezamos en algún período de nuestra vida y nunca, nunca terminamos: Bien sean los dedales del mundo, las muñecas del mundo, las máquinas de escribir del mundo. El caso es que seguro que en otras partes del mundo no les dan tanto el coñazo con las piececitas de los cojones.
Bueno. Últimamente no veo mucho la tele (por no decir nada) y la verdad es que mis quejas no son pa tanto, pero también cuenta que me haya despertado con el pie izquierdo. Además, el hecho de que todo el mundo me pregunte "¿QUÉ?¿Ya con ganas de volver a clase?" (si, lo dicen medio a gritos, no me preguntéis por qué) me pone de los nervios, enfermo, de mala hostia.

Cambiamos el chip, asoma la sonrisa y me acuerdo de que hace poco volví a subirme sobre mi cuerda querida, mi cuerda amada, a la que echaba mucho de menos y sobre la que espero estar alguna vez más antes de que realmente empiecen las clases. Dejo unas fotos para, qué coño, fardar un poco. Es una de las pocas cosas que voy a sentir dejar atrás cuando me vaya el año que viene, aunque eso es tema de otro post =)




PS: no subo más porque tarda mucho y me aburro
PS2: Ana, me has viciao a las páginas esas de Asco de vida... =P