lunes, 13 de septiembre de 2010

Noche en blanco: Tarantino fallido, noche fallida

Como todo madrileño sabe, la noche del sábado al domingo fue una noche de puertas abiertas para los estandartes culturales de la capital española, la preparación de múltiples actividades relacionadas con música, cine, teatro, juegos... O como la conocen los adolescentes, la noche en la que el Metro no cierra.

Yo, como todo juvenil ente que se precie, quedé con amigos (y otros que no lo eran tanto) para disfrutar de la velada. Pero a eso de las 7 o las 8 de la tardé, caí sobre las sedas de mi cama para no despertar hasta las 11 de la noche, gracias al sonido del teléfono. Era mi amigo, llamándome a la batalla. Cuando por fin nos reunimos el grupo entero, decidimos ir a por algo para cenar, y tras eso, uno del grupo dijo que ponían en el Ateneo (gran biblioteca de orgullosos orígenes republicanos) Death Proof, el homenaje de Tarantino a las sesiones Grindhouse. Yo dije que sí, emocionado cual puercoespín (ni se os ocurra preguntaros el por qué de la metáfora), ya que soy gran fan del cineasta. Llegamos, dispuestos a disfrutar la película. Tras los primeros 15 minutos de conversación estrógena, la mayoría del grupo salió de la sala, tras lo cual quedamos un par de personas dispuestos a intentar disfrutar la que reconozco es una de las pelis que menos me gustan del susodicho (que no por ello digo que no me guste la peli). El caso es que tras otros 15 minutos llega mi amigo diciendo que salgamos, que nos han invitado a una fiesta. Sabíamos que no era verdad, pero también que se pondrían muy pesados si no salíamos de la sala.
El caso es que, sin peli que ver ni fiesta a la que ir, nos dirigimos a la Gran Vía de Madrid, donde habían montado unas cuantas actividades, algunas ya cerradas. Desde allí nos dirigimos dando un paseo hacia la Plaza de España, dónde yo, viendo la hora que era (las 3 de la mañana), y recordando que me tenía que levantar pronto el domingo, decidí volver a mi casa a dormir un poco.



El hecho que más me sorprende de esta noche, es que, lo mires por donde lo mires, los españoles tenemos una de tortas en la cara con la mano abierta que no nos las quitan de ninguna manera. A lo largo de la Gran Vía, y en Plaza de España, lo único que había era gente de botellón. Creo recordar que antes he mencionado que muchos juveniles conocen esta noche como la de "El Metro no cierra..." pero esa frase se alarga con "...Así que me puedo pasar toda la noche de botellón y no tengo por qué emborracharme a las 8 de la tarde". No es por nada, pero me parece pura mierda. No estoy en contra de tomar un par de copas si se sale por ahí, pero ante la gran oferta cultural que proponía la Noche en blanco, salvo esos pocos que hayan ido con sus familias o estuvieran interesados en algo específico, el resto la ha pasado con una botella de etílico en la mano. Siento decirlo, porque me pone de muy mala leche, pero es penoso.

PS: Nop, mis sábanas no son de seda.

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