viernes, 12 de noviembre de 2010

De alguna forma

De alguna forma la lluvia traspasaba las gafas y se le metía en los ojos. Se colocó la capucha, hundió las manos en los bolsillos y se encogió para protegerse del frío. Le quedaba un largo camino a casa, y esta vez tendría que hacerlo a pie. Encendió el mp3, para no pensar en la tarde que había pasado. Mientras avanzaba por el viaducto se entretenía mirando cómo caía la lluvia en Madrid. Era una lástima que hubiesen estropeado la vista con los cristales "anti-suicidio", pero aun así merecía la pena pararse a observar, sobre todo con esa lluvia bañando las farolas. Continuó caminando, dando una vuelta por el parque de las Vistillas, saludando a los mendigos que ocupaban el porche, mirando los grafitis, pateando la arena.
Finalmente llegó al portal, donde, una vez más, la llave se atascó. Tras cinco minutos forcejeando con la cerradura, consiguió abrir la puerta, y ésta se cerró como si fuera un trueno, o tal vez fuera uno de verdad. Subió los peldaños, como si cada uno fuera una montaña. La puerta de la casa se acercaba lentamente, abriéndose y dejándolo pasar, cerrándose tras él. Una voz desde el salón reclamó su presencia, y él, como un autómata, se dirigió hacia ella. La cara de su madre apareció frente a la pantalla del ordenador, con un tono blancuzco, cansado.
Siguió la rutina de contestar con monosílabos, dio media vuelta y encaminó el pasillo en dirección a su cuarto, arrastrando los pies. Lentamente se quitó la ropa, sustituyéndola por un chándal viejo. Deslizó su cuerpo debajo del edredón y se puso a pensar. Otra vez a pensar. Decidió imaginarse en una playa, y le vino a la cabeza la de su pueblo. Empezó a acordarse de cuando tenía 5 años, cuando sus padres todavía estaban juntos. Cuando iba a visitar a sus primos al ritmo de Smoke on the water. Cuando jugaba a saltar las olas, y cuando las retaba a destruir las inexpugnables fortalezas de arena que diseñaba. Así, poco a poco, recuerdo a recuerdo, se fue quedando dormido.
Tuvo un sueño movido, inquieto. Se despertó varias veces, y necesito repetir el proceso de la playa para volverse a dormir. Por fin consiguió conciliar el sueño durante unas horas, las justas para aguantar al día siguiente, pero de su cara no se marchó el ceño fruncido, ni tampoco esa frente surcada por arrugas de preocupación.
El despertador cumplió su función, y entre sudores abrió los ojos. Notó una presencia cálida, un brazo que le rodeaba y una mano que se aferraba a la suya con intención protectora. Se giró para ver quién se encontraba a su lado, y no pudo evitar esbozar una sonrisa cuando la vio. Una boca ligeramente abierta, unos ojos cerrados. Con delicadeza le acarició los labios, y se levantó, tratando de no despertarla. Se asomó a la ventana. Aún estaba lloviendo. Un bostezó le hizo girarse y ver cómo se desperezaba ella.
-Buenos días

PS: Y esta es la primera de mis entregas semanales (esperemos) que, para que no quepa duda, no tendrán ni mierda que ver con ésta mi ocurrencia que ocupa las líneas superiores. Buenas noches, y buena suerte...

1 comentario:

  1. Pues a mi me ha encantado, la verdad que por cosas así luego me da vergüenza escribir a mí. Muy bonito, esperaré la próxima semana.
    un besín.

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